sábado, 4 de agosto de 2012

El Embalsamamiento

El Doctor Richard Burr, aplica el método recién descubierto por Thomas Holmes en 1861.


Aunque la técnica varía de funeraria a funeraria, el mecanismo estándar comienza con el fallecido acostado en una cama mortuoria, boca arriba. La cabeza se eleva y se confirma la identidad del cadáver (y que, en efecto, está muerto). Signos clásicos del fallecimiento incluyen ojos lechosos, lividez y rigidez cadavérica y la ausencia de pulso.

La ropa es removida y puesta en inventario, con todos los demás elementos, como relojes y anillos. El cuerpo es lavado con agua y soluciones antisépticas y, durante este proceso, se masajean las articulaciones en los brazos y piernas para aliviar la rigidez. Los ojos son cubiertos con lentillas que los mantienen cerrados y en una expresión adecuada y la boca es cerrada, bien sea cosiéndola, con un adhesivo o con un dispositivo que mantiene a la mandíbula pegada al maxilar con cables, herramienta de uso único en el ejercicio mortuorio. Especial atención se presta a que el rostro mantenga una expresión de relajamiento, lo más natural posible, y una fotografía del fallecido se usa como modelo a seguir.

Terminado eso, empieza el embalsamamiento en sí. Primero, los químicos conservadores son inyectados a los vasos sanguíneos, usualmente por la arteria carótida. La sangre y demás fluidos son expulsados por la vena yugular, junto con cualquier exceso de la solución preservadora, en un proceso conocido como “drenaje”. La solución embalsamadora es empujada con una bomba especial, mientras el cuerpo es masajeado, para asegurarse de que no hay obstrucciones por coágulos de sangre. En casos en que la inyección es pobre, se usan otros puntos de acceso, como la arteria femoral —situaciones denominadas como “inyección de múltiple acceso”. Por regla general, entre más puntos de acceso, mayor la dificultad del caso.  Puede usarse inyecciones con jeringa, cuando esta parte del proceso ha sido deficiente.

Las cavidades corporales son preservadas con químicos a través de una herramienta similar a una aspiradora. Se hace una pequeña incisión sobre el ombligo y se absorbe el contenido de los órganos vacios (para llenarlos posteriormente con químicos, casi todos acompañando al formol). La apertura es suturada y los contenidos corporales son desechados.

Típicamente, el proceso dura varias horas (bajo presión, para que el cuerpo esté listo a la hora del funeral). “Reparar” cuerpos que han pasado por una autopsia, o donación de órganos, puede tardar considerablemente más.

Aunque se embalsama a un cadáver para preservarlo temporalmente, la descomposición tendrá lugar, sin importar el tipo de sepultura, ataúd o químicos usados. La preservación sirve para retrasar al deterioro y el cuerpo esté presentable para el funeral, o su traslado a largas distancias.

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